2.08.2009

Ninguna intención malévola

Pienso que "Ensayo sobre la Ceguera" es una de las mejores novelas de nuestra época. Recuerdo el agudo sentimiento de angustia que experimenté cuando leí que un hombre, el primero, se quedó de pronto en medio de una avenida, ciego sin remedio. Aquella poderosa narrativa me llevó de la mano a experimentar la desolación y el desamparo de aquel hombre. Y cuando un ocasional transeúnte lo lleva a casa en un rapto de caridad y luego, sin parar en mientes en su crueldad, le roba el auto, admiré la forma en que el autor esquiva el esquema mesiánico de buenos y malos: "Al ofrecerse para ayudar el ciego, el hombre que luego robó el coche no tenía, en aquel preciso momento, ninguna intención malévola, muy al contrario, lo que hizo no fue más que obedecer a aquellos sentimientos de generosidad y altruismo que son, como todo el mundo sabe, dos de las mejores características del género humano, que pueden hallarse, incluso, en delincuentes más empedernidos que este," (...)
Tampoco he olvidado el asco que experimenté después, cuando un grupo de ciegos que se había hecho a un arma, exige de los otros ciegos la entrega de sus mujeres a cambio de las cajas de comida que traen los guardianes. No puede uno más que recordar aquel clisé de que "El hombre es lobo para el hombre". Es un pensamiento que la crisis económica actual pone en evidencia una vez más. Ciertamente la situación devela un paralelismo con el mundo salvaje en que nos ha tocado vivir. También en él, las relaciones sociales derivan de las relaciones de poder y están condicionadas por la posesión de las armas más poderosas.
Del grupo primitivo de ciegos, solo una mujer puede ver. Esta mujer que se hace pasar por ciega sin serlo, toma venganza de la degradación a que los ciegos armados someten a las mujeres. Ella, armada con unas tijeras, mata al ciego jefe que las ha humillado. Sin embargo la consternación que experimenta por haberse manchado las manos de sangre, vuelve a dar otra luz sobre el espíritu humano. “Tu no eres ciega, a mí no me engañas,” Le espeta el que ha tomado el arma del jefe muerto. “Quizás sea la más ciega de todos; maté y volveré a matar si es necesario” contesta -o piensa- la aludida.
Llegado es el día en que la extraña epidemia de ceguera cobra como víctima a la ciudad entera. Entonces nos vemos abocados a paisajes enteramente dantescos. Unos perros se disputan el cuerpo de los ciegos que han muerto, mientras los demás siguen diligentes su búsqueda de comida. Allí, en ese punto, no puede uno menos que pensar que la gran victima del suceso es la mujer que ve.
La metáfora de una ciudad ciega nos hace recordar que en materia de culpables, no lo son solo los mantenedores de un sistema social injusto, sino que de cierta manera todos, en mayor o menor medida, participamos o estamos sujetos a participar de las relaciones de injusticia. La ausencia de nombres propios en los personajes de la novela podría encontrar una interpretación que tuviera cabida aquí.
Los ciegos de aquella ciudad, nos recuerdan demasiados sucesos del mundo que vivimos. Actualmente el egoísmo proverbial de los banqueros parecería cosa de ciegos. Acuciados por la sed de ganancias, no toman en consideración el hambre y la miseria en África, Asia y América Latina. Una cifra positiva en la bolsa es más importante para ellos que la muerte de millones de seres… A ellos se les podría catalogar de “ciegos” . Sin embargo “ciegos” se podría decir también que son los obreros que en Inglaterra, cuando no se movilizan contra los bancos, sino contra los extranjeros.
Se debería esperar que durante las épocas de crisis fuera posible visualizar más claramente los responsables del empobrecimiento y la desgracia de las mayorías. Pero no es necesariamente así. Hay algo que enturbia la visión. Algo que no deja ver. Es la ceguera: Durante otra época de crisis nació el nazismo. La gente que sufría la penuria de la crisis fue llevada a ver en los judíos los culpables de su desgracia. El mundo aún esta sentido por el holocausto, pero en nuestra época no sólo sigue la ceguera, sino que esta es probablemente mayor aún. En el año 2002, luego de una visita a Ramala, Saramago declararía: "Los judíos que han sido sacrificados en las cámaras de gas quizás se avergonzarían si tuviéramos tiempo de decirles cómo se están portando sus descendientes."
"Porque yo pensé que esto era posible; que un pueblo que ha sufrido debería haber aprendido de su propio sufrimiento. Lo que están haciendo con los palestinos aquí es en el mismo espíritu de lo que han sufrido antes”
Una de las consecuencias de estas declaraciones fue la de que la obra de Saramo fue vetada. Entonces, Saramago nos recordó a todos su libro sobra la ceguera.
"Una novela que yo publiqué hace cinco o seis años, Ensayo Sobre la Ceguera, ha vendido aquí sesenta mil ejemplares. Hasta estos días yo era aquí bestseller. Ahora mis libros están siendo retirados de las librerías."
"Es una novela que narra cómo todo el mundo se vuelve ciego. Porque mi opinión es que todos somos ciegos. Ciegos porque no hemos sido capaces de crear un mundo que valga la pena. Porque este mundo como está y como es no vale la pena."
El cerco y el ataque criminal a Gaza a finales del año 2008, es una mala repetición de ese lado oscuro de la ceguera. De nuevo Saramago acompañado esta vez de otro escritores, ha levantado la voz. La breve declaración que han firmado brilla por su valentía y su claridad. Las frases finales son un ejemplo. “En Gaza se está perpetrando un crimen. Lleva tiempo realizándose ante los ojos del mundo. Y nadie podrá decir, como en otro tiempo se dijo en Europa, que no sabíamos.”
Hay que advertir, claro está que la agudeza de Saramago en “Ensayo sobre al Ceguera” está al tiempo en la ambigüedad y en la realidad. Es la mirada concreta a un mundo de ficción. El ha creado en “Ensayo sobre al Ceguera” un universo autónomo en el que nos sumergimos sin remedio. Su mirada no nos deja a merced de las meras consideraciones sociológicas o políticas sino que nos permite introducirnos al mundo de le ceguera, también de otra forma, muy rica, sin duda, para que vayamos al encuentro de claro oscuros que probablemente también pertenecen a nuestra alma. Por ello, a las ideas que se nos ocurren llegamos a través de una reflexión posterior, pues en la lectura solo reconocemos los sentimientos que provocan las arbitrariedades que están en la trama. Se nos antoja que eso es recurso de la más fina estirpe del arte de la escritura. Después de todo, desde el surgimiento de la tragedia en el antiguo mundo griego los buenos autores, con humor o con amarga ironía, se esforzaron por develar las lacras de la sociedad. Y si, como se ha dicho, la novela no es otra cosa que la investigación a fondo de una palabra, la palabra ceguera en manos de Saramago, no ha logrado evadirse de su triste halo.