3.11.2009

EL PINTOR DE BATALLAS

Gus

TEOREMA

Fotografía: Ernesto Coloma

El francotirador era un serbio.bosnio de unos cuarenta años, flaco y de ojos tranquilos que había cobrado a Faulques doscientos marcos por permitirle estar a su lado cuando le disparaba a la gente que corría a pie o pasaba a a toda velocidad en automóvil por la avenida Radomira Putnika, con la condición de que le fotografiase a y él y no la calle, para evitar que localizaran su posición por el encuadre.”

El narrador explica que el francotirador asesinaba viejos, mujeres y niños y que la elección del objetivo lo hacía al azar. A veces le “perdonaba” la vida a una chica porque le traía a a la mente algún recuerdo personal, pero cambiaba la mira para reemplazarla por otra víctima.

El personaje que trata de desentrañar la novela de Arturo Pérez-Raberte “EL PINTOR DE BATALLAS” no es el francotirador, ni la víctima,posiblemente tampoco la situación, sino el fotógrafo.

Se trata de Faulques un fotógrafo de guerra que ha ido por el mundo durante muchos años haciendo fotografía de guerra y que en sus años postreros se hace a una torre con el propósito de pintar un cuadro en sus paredes. Un cuadro, no un cuadro cualquiera, un sólo cuadro que de cierta forma desentrañe el sentido de su arte de fotógrafo de guerra. O un cuadro que le explique a él íntimamente sus propios móviles, su entendimiento, su personalidad durante tantos años. Se inspira en los pintores de batalles, porque hay que decirlo, Faulques es un tipo que tiene cierta cultura, le gusta ir por los museos del mundo admirando y recogiendo información sobre los pintores de batallas. Podría pensarse en el cuadro como una expiación, sólo que a Faulques no parece preocuparle ningún recuerdo, no lo afecta ningún remordimiento.

Confirma lo que siempre sospeché en sus fotos. Nada de lo que pinta es remordimiento ni expiación. Más bien una... En fin. No sé cómo expresarlo. Una fórmula. ¿No?... Un teorema.

En medio de su tarea aparece Markovik un croata. A Markovik le interesa también desentrañar la personalidad de Faulques, pero por otros motivos. Markovik ha sido fotografiado y aquella fotografía que contribuyó a la buena fortuna - la fama y a la economía - de Faulques, pues fue premiada y le dió la vuelta al mundo, le trajo a Markovik la desgracia, pues usando la fotografía como pretexto, los enemigos lo han torturado seis meses, han violado, torturado y asesinado a su mujer y a su hijo.

Fotografía: Ernesto Coloma

<span class=-Una noche -continuó Markovic-, un grupo de chetniks se presentó en la casa donde vivían la mujer serbia y el hijo del croata... La violaron uno tras otro, cuanto quisieron. Como el niño, de cinco años, lloraba y forcejeaba defendiendo a su madre, lo clavaron con un bayonetazo en la puerta: igual que esas mariposas en un corcho, figúrese, las del efecto del que me hablaba antes... Luego, cuando se cansaron de la mujer, le cortaron los pechos y la degollaron. Antes de irse pintaron en la pared una cruz serbia y las palabras: Ratas Ustachas.

Los dos destinos pues, han sido muy diferentes, pero están engarzados en un punto, la fotografía de Faulques. Markovik no es como Faulques , un hombre culto. Ha analizado, sin embargo, la obra publicada de Faulques y pasado el tiempo ha decidido buscarlo para tomar venganza. Tampoco es que sea, un mero y tosco asesino, antes quiere hurgar sobre los sentimientos de Faulques. De esta manera se crea el espacio para la construcción de unos diálogos – a veces monólogos – plenos de interés y pasión. A decir verdad, espeluznantes.

Es un espacio donde Faulques construye o pretende construir una justificación teórica de sus procedimientos, mientras Markovik se limita a preguntar, asegurar que ha comprendido o no comprendido, según el caso y confesar - en pocos casos - que luego de la respuesta, tal vez haya aprendido algo.El tercer personaje es Olvido Ferrara, una joven mujer, fotógrafa de guerra, aficionada a los museos y a los cuadros de guerra, bella, culta y refinada y de la que Faulques se enamora. Pero la desgracia aquí es que en la carretera de Borovo Naselje Olvido pisa una mina y a pesar de que en aquel vertiginoso segundo Faulques experimenta una tormenta de sentimientos – incluido el de la culpa – se limita a hacerle fotos que muestran su gesticulación en ese transito de la vida a la muerte. En la novela Olvido es el recuerdo nostálgico, el recurso a la cultura y el refinamiento y también la pregunta crucial de Markovik: Qué sentimientos tenía Faulques al hacer el clic de la cámara? “- Y dónde está ella?...” le pregunta Markovik frente al cuadro “ Le reserva un lugar especial en el tablero, o forma parte de toda esa masa de gente? “

Con estos tres personajes el marco de la novela queda muy claro y el texto convoca al lector a recrear, repensar temas universales: el amor, la muerte, la memoria, la violencia, la guerra en el ámbito de nuestro discurrir actual, sin embargo, el punto sigue siendo el fotógrafo. “Hablamos de horror y desenfoques de cámara. Y sabe lo que creo?... Que era usted un buen fotógrafo porque fotografiar es encuadrar es elegir y excluir. Salvar unas cosas y condenar otras... No todo el mundo puede hacer eso: erigirse en juez de cuanto pasa alrededor. Comprende a qué me refiero?...” Una problemática intensa.

Debo confesar que “El pintor de Batallas” me ha parecido una novela deslumbrante. No sólo me ha dado un buen rato, identificándome con sentimientos heroicos, reflejándome en la valentía, el sentimiento de compañerismo y la solidaridad, encontrando simpatía por la bondad y la verdad, recreando en fin, lo que pueda haber de humano y humanista en mi. Sino que también me ha hecho sentir desprecio por las “justificaciones” que se inventa Faulques. “- Fotografiar un incendio no implica sentirme bombero.” Y en ese sentido, encontrar también la ocasión de cierto ejercicio crítico.

FOTÓGRAFO PROFESIONAL

Faulques no es un jefe militar o un dirigente político, de los que matan y torturan, ni siquiera un soldado que “recibe ordenes”. Es un fotógrafo. Y como él habrá un enjambre de profesiones y profesionales alrededor de la guerra. Conductores, cocineros, médicos, enfermeros, secretarios, ingenieros, electricistas, técnicos, informáticos, periodistas. Incluso, si se trata de implicaciones, el propio Faulques en alguna parte de la novela expresa, con toda razón, que el ámbito de la culpabilidad no se circunscribe a los terrenos de la guerra.

Dice el narrador que antes de aquella guerra, Faulques habia fotografiado a un grupo de rebeldes en Chad “habían sido puestos junto a el río para que los devoraran los cocodrilos, a poca distancia del hotel”

Fotografía: Ernesto Coloma




(…) ”Durante media horafotografió a esos hombres, uno por uno, calculando diafragma y encuadre preocupado por el contraste de la luz entre la arena y aquellas negras pieles relucientes de color, punteadas de moscas, donde se destacaba el blanco de los ojos horrorizados que miraban la cámara.”

Deformación profesional? Está clase de clichés tampoco dirían nada. Habría que pensar que aparte de Faulques -haciendo fotografías – millares, sino millones de personas de aquella ciudad a la orilla del río, seguían vendiendo y comprando y asistiendo a cine y leyendo el periódico y pagando deudas y haciendo deporte... a la misma hora. Después al momento de comer en el restaurante oyó los gritos “Faulques escuchó los alaridos de los prisioneros arrastrados por los cocodrilos hasta las aguas del río, y dejó la carne medio cruda intacta sobre el plato, sin llegar apenas a cortarla con el cuchillo“...

La situación novelada se parece demasiado a los hechos reales: En Argentina los militares lanzaban al mar a los prisioneros “Debidamente dopados y con la barriga abierta” para que los devoraran los tiburones. En el campo en Colombia los paramilitares descuartizaban con sierra eléctrica parte por parte, a personas vivas y conscientes. A no pocas mujeres embarazadas les extrajeron el feto con estos métodos. Pero a la hora de convocar una protesta los organizadores tuvieron buen cuidado de que él móvil fuera protestar contra el secuestro y no contra los paramilitares. En Sarajevo, se han vivido horrores semejantes. En Palestina el terror recorre las calles y para nuestra vergüenza habrán aún muchas otras situaciones como esas... Y no es sólo el terror lo que llama a la reflexión, sino la situación de indiferencia y complicidad de millones de personas. La reflexión pues, a la que “El Pintor de Batallas” llama, es muy importante.

EL EFECTO MARIPOSA

Bastantes páginas de la novela están ocupadas por las reflexiones de Fualques y los comentarios a veces provocadores de Markovik en torno a la moralidad del fotógrafo. Para Faulques esa misma preocupación se remonta a muchos años atrás... . Parte de la explicación es aquella sentencia de que el hombre es lobo para el hombre... Sentencia en la que Faulques parece ver una característica consustancial al hombre y por tanto no convoca a una lucha contra la guerra, sino a la aceptación de una cualidad inherente de la naturaleza humana.

Fotografía: Ernesto Coloma

Al parecer no hay nada que hacer. Si ser lobo (O ser un hijo de puta como castizamente dice Fualques: “-Por eso sabe, como yo, que cuando el desastre devuelve al hombre al caos del que procede, todo ese civilizado barniz salta en pedazos, y otra vez es lo que era, o lo que siempre ha sido: un riguroso hijo de puta.”) es una parte del hombre, tan parte como la nariz y la oreja, pues no haynada que hacer.

En Madrid, Fualques, había abordado a su amigo más lúcido (o más sabio) para que le ayudara a reflexionar sobre el asunto. Con aquel amigo, quien invoca en su apoyo a Aristoteles, alcanza un primer entendimiento “la comprensión, incluso el esfuerzo por comprender, nos salva, porque convierte el horror absurdo en leyes serenas.” El lector aliviado podrá exclamar: “Alabado sea dios, no se trata pues de luchar contra la guerra, se trata de comprenderla con la inteligencia y la cultura.” Y lo demás? Y los efectos macabros.? Eso puede que no sea del caso, quizás sean sólo accidentes en el camino de leyes eternas e inmutables.

En San Miguel de El Salvador le habían llevado unas orejas humanas envasadas en un frasco -”¿Hizo la foto?-” Le pregunta Markovik. “-Nunca se habría publicado. Así que no la hice. -Pero sí hizo, y fueron publicadas, aquellas de hombres con neumáticos ardiendo en torno al cuello... En Sudáfrica, me parece. -No crea. Descartaron las más crudas. A los anunciantes de automóviles, perfumes y relojes caros no les gusta ver sus reclamos junto a esa clase de escenas.”

Con el tiempo su comprensión de la guerra parece que se va volviendo más completa y más abstracta. Se trata de una manifestación del caos. La manifestación más sentida o más sublime si se quiere.” La guerra como sublimación del caos. Un orden con sus leyes disfrazadas de casualidad. -¿Y de verdad cree eso? -insistió. El pintor de batallas habló al fin. Sonreía esquinado, con nula simpatía. -Claro... Es casi una ciencia exacta. Como la meteorología.”

Porque sucede que en el universo hay leyes para todo, incluso para las excepciones. Es como un orden secreto que tenemos que aprender a leer, “Por lo que dijo, es una fórmula científica: si una mariposa mueve las alas en Brasil, o por ahí, se desencadena un huracán en el otro extremo del mundo... ¿Es correcto? -Más o menos. La teoría se conoce como Efecto Mariposa.”

La lectura de esas leyes o de la forma que se manifiestan hay que hacerla permanentemente so riezgo de convertirse en víctima. En este contexto, nadie es inocente. Por un lado la víctima parece seguir un oscuro designio que la conduce a la muerte, por la otra el victimario recorre otro camino que lo conduce al asesinato o a la barbarie. Faulques, se permite encontrar la manifestación de esas leyes aún en la muerte de Olvido, el ser amado:

Aquellos pasos ejecutados con precisión geométrica en la carretera de Borovo-Naselje -casi el movimiento elegante de un caballo en el ajedrez del caos- que habían devuelto a Faulques a la soledad, resultaban en cierto modo tranquilizadores: ponían las cosas en su sitio” El procedimiento es consecuente, al razonar los sucesos con los instrumentos de la cultura es posible entender y encontrar en ello consuelo, sino paz. Más tarde, de regreso a Barcelona, cuando todo había terminado y Faulques vio los contactos que Olvido no tuvo tiempo de positivar, comprobó que, por una de las singulares simetrías en que tan pródigos eran el caos y sus reglas, había hecho exactamente veintidós encuadres de las fotos pegadas en el álbum; tantos como días le quedaban de vida.”

Fotografía: Ernesto Coloma



... En momentos como este, uno tiene la tentación de gritarle a Faulques,

“Basura. Pura Basura!”




En alguna parte de la novela se dice de otra manera... El error de la victima consiste en estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Con palabras parecidas hemos escuchado la respuesta que algunas damas americanas de la era Bush, le daban a otras damas europeas cuando les pedían una explicación Fotografía: Ernesto Coloma acerca de porque en la guerra por la libertad y la democracia de Irak se mataba inocentes e incluso niños. “Estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.” De nuevo la realidad es tan espeluznante o más que la novela. Fualques se esfuerza por explicarle estas cosas al apesadumbrado Ivo Markovik.

Ahora estoy de acuerdo – le responde Markovik con ironía -en que no fue un completo azar, pues hay circunstancias que nos llevaron a usted y a mí a ese momento exacto de ese día. Y como consecuencia del proceso iniciado por usted, por mí, por quien sea, yo estoy aquí ahora. Para matarlo, no lo olvide.”

Parece pues, que las ideas de Fualques, son de más fácil comprensión para los victimarios que para las víctimas.

NO INSULTE A LOS LOBOS

La cuestión no es sólo lo que va entre elegir un objetivo, hacer el enfoque, corregir el foco y buscar el encuadre. La cuestión, para mi, va posiblemente desde antes, desde la elección de la profesión, no de la profesión particular de fotógrafo, sino, me temo, de cualquier profesión.

No hay que olvidar que Faulques es sólo un fotógrafo de guerra. No es el promotor de la guerra. Ni un torturador, ni un francotirador, ni un asesino. Es un fotógrafo que se gana “honradamente” la vida fotografiando sucesos de la guerra. A estas alturas, tiene uno la tentación de preguntarse. Acaso son mejores o más inocentes (se puede ser más o menos inocente?) los traficantes de armas? O la industria de la guerra? o los ingenieros que construyen armas, o los que construyen los caminos? O los banqueros que prestan el dinero para financiar la guerra?, o los químicos que producen anestesias ? o... Pongamos el caso más extremo... Acaso son inocentes los fotógrafos (no de guerra) sino de moda?

Durante el movimiento estudiantil de los años 68 y colindantes leímos afirmaciones que servían de base a la rebeldía: el papel de la universidad y la escuela es el de reproducir la fuerza de trabajo que necesita el sistema. Por Althuser supimos que habían otros aparatos ideológicos de dominación cuya función era la de esconder las relaciones sociales y darle al sistema un toque en el que resultara aceptable la convivencia. Estos razonamientos conducen a la idea de que las profesiones (todas y no una en particular) juegan algún rol para apuntalar la injusticia. A través de los años de nuestra vida hemos sufrido con estas circunstancias. Habrá casos más o menos dramáticos... El cuestionamiento que se suele hacer al rol jugado por la psiquiatría es un ejemplo. El de los científicos que fabricaron la bomba atómica es ejemplo extremo. . Después hemos visto cómo cada profesión desarrolló cierto “patriotismo de gremio” y cierto barniz de impecabilidad. En el mercado de trabajo se prefirieron a los profesionales. Son fuerza de trabajo cualificado, naturalmente. Dan resultados. Y también se suelen acomodar muy bien – es decir sin crítica - a las condiciones y hábitos de trabajo. Después del 68 volvieron a ponerse de moda viejas ideas.. Ideas como las de Fualques, Que sepamos estas ideas no tienen ningún rigor, pero en medio de esta época de crisis tomaron un hálito de respetabilidad. Han servido entre otras para “ganarse honradamente el pan” y practicar la indiferencia.

Sin embargo, las buenas novelas tienen la sabiduría de hacernos pensar sobre las graves cosas. La verdad que esconden las novelas va más allá de los diálogos o monólogos de un personaje. Son verdades que surgen al hacernos reflexionar libremente de sus temas. Verdades que derivan de su carácter de arte. Quizás sea una mera paradoja pero es aquí donde encuentro la tremenda importancia de “El Pintor de Batallas”. Para mi esta novela pone el dedo en la yaga. Nos hace ver que todos tenemos algún grado de responsabilidad en lo que pasa. La crítica de la novela no es, según mi lectura a la profesión de fotógrafo de guerra sino a todas las profesiones. Y los razonamientos, puestos en boca de Fualques los he visto como un recurso de novela.

Naturalmente el punto es y seguirá siendo el de que lado se está. Las ideas de Fualques son más difíciles de comprender del lado de la víctima que del lado del victimario. Para Markovik y todos los Ivos Markovik del mundo, lo de Fualques no pasa de ser una bellaquería. En el mejor de los casos, es una pose puramente intelectual... El veterano perdonavidas que resuelve el conflicto en que se ha metido rezumando un cierto barniz de pesimismo y sabiduría barata.

Hay algo de tenebroso en todo eso y sin embargo, a pesar de eso no deja uno como lector de experimentar cierta simpatía por el amargado Fualques. Es porque el procedimiento narrativo es perfectamente legítimo. Al dejar a Faulques especular sobre el caos. Entender a la barbarie y la guerra como una manifestación del caos, al escucharle hablar sobre ciudades y atardeceres en exóticos lugares, al permitirse el lector seguir el hilo de su cultura a veces exquisita, (las técnicas de las combinaciones de colores, a fin de obtener emociones diversas, la disertación sobre pintores ? “Maestros antiguos y modernos. Se llamaban Piero della Francesca, Paolo Uccello, y también Picasso, Braque, Gris, Boccioni, Chagall, Léger.”) comprende uno que no deja de tener cierto encanto ese barniz de pesimismo que rezuma Faulques. .También comprende que el simpático Fualques es un personaje de tragicomedia que después de todo no las lleva todas consigo:

Fotografía: Ernesto Coloma

- Ya sabe porque el ser humano tortura y mata a los de su especie?

Faulques se echó a reír. Una risa corta, sin ganas. -No hacen falta treinta años. Cualquiera puede comprobarlo, a poco que se fije... El hombre tortura y mata porque es lo suyo. Le gusta. -Lobo para el hombre, como dicen los filósofos? -No insulte a los lobos. Son asesinos honrados: matan para vivir”

Por decir estás cosas Faulques nos hace reflexionar sobre la guerra. Uno puede comprender que Faulques es un hombre que está atado a su mundo de novela, como al mundo de la novela pertenece por ejemplo Sancho Panza, Lo que les pedimos a ellos es verosimilitud, la cualidad que los hace creíbles y perdurables. La verdad de la novela es otra cosa. Ella nos viene en virtud de su totalidad, de su universalidad, de su humanismo. Después de todo una cosa es lo que dice Fualques y otra la novela y lo que vale de ella es la evocación que trae a nosotros los lectores.

Ya es conocida la gran calidad cómo narrador de Arthuro Pérez.Reberte. Este autor ha traído de vuelta a la novela el mundo heroico. Su conocida “El Capitán Alatriste” es una de esas novelas que no lo dejan a uno hasta el fin Fualques es en cierta manera un “Alatriste” solo que más triste que Capitán.

Pero en fín, a mi cómo lector me ha parecido claro que la novela no llama a seguir el ejemplo de Faulques sino que nos convoca a luchar contra el horror de la guerra.













2.08.2009

Ninguna intención malévola

Pienso que "Ensayo sobre la Ceguera" es una de las mejores novelas de nuestra época. Recuerdo el agudo sentimiento de angustia que experimenté cuando leí que un hombre, el primero, se quedó de pronto en medio de una avenida, ciego sin remedio. Aquella poderosa narrativa me llevó de la mano a experimentar la desolación y el desamparo de aquel hombre. Y cuando un ocasional transeúnte lo lleva a casa en un rapto de caridad y luego, sin parar en mientes en su crueldad, le roba el auto, admiré la forma en que el autor esquiva el esquema mesiánico de buenos y malos: "Al ofrecerse para ayudar el ciego, el hombre que luego robó el coche no tenía, en aquel preciso momento, ninguna intención malévola, muy al contrario, lo que hizo no fue más que obedecer a aquellos sentimientos de generosidad y altruismo que son, como todo el mundo sabe, dos de las mejores características del género humano, que pueden hallarse, incluso, en delincuentes más empedernidos que este," (...)
Tampoco he olvidado el asco que experimenté después, cuando un grupo de ciegos que se había hecho a un arma, exige de los otros ciegos la entrega de sus mujeres a cambio de las cajas de comida que traen los guardianes. No puede uno más que recordar aquel clisé de que "El hombre es lobo para el hombre". Es un pensamiento que la crisis económica actual pone en evidencia una vez más. Ciertamente la situación devela un paralelismo con el mundo salvaje en que nos ha tocado vivir. También en él, las relaciones sociales derivan de las relaciones de poder y están condicionadas por la posesión de las armas más poderosas.
Del grupo primitivo de ciegos, solo una mujer puede ver. Esta mujer que se hace pasar por ciega sin serlo, toma venganza de la degradación a que los ciegos armados someten a las mujeres. Ella, armada con unas tijeras, mata al ciego jefe que las ha humillado. Sin embargo la consternación que experimenta por haberse manchado las manos de sangre, vuelve a dar otra luz sobre el espíritu humano. “Tu no eres ciega, a mí no me engañas,” Le espeta el que ha tomado el arma del jefe muerto. “Quizás sea la más ciega de todos; maté y volveré a matar si es necesario” contesta -o piensa- la aludida.
Llegado es el día en que la extraña epidemia de ceguera cobra como víctima a la ciudad entera. Entonces nos vemos abocados a paisajes enteramente dantescos. Unos perros se disputan el cuerpo de los ciegos que han muerto, mientras los demás siguen diligentes su búsqueda de comida. Allí, en ese punto, no puede uno menos que pensar que la gran victima del suceso es la mujer que ve.
La metáfora de una ciudad ciega nos hace recordar que en materia de culpables, no lo son solo los mantenedores de un sistema social injusto, sino que de cierta manera todos, en mayor o menor medida, participamos o estamos sujetos a participar de las relaciones de injusticia. La ausencia de nombres propios en los personajes de la novela podría encontrar una interpretación que tuviera cabida aquí.
Los ciegos de aquella ciudad, nos recuerdan demasiados sucesos del mundo que vivimos. Actualmente el egoísmo proverbial de los banqueros parecería cosa de ciegos. Acuciados por la sed de ganancias, no toman en consideración el hambre y la miseria en África, Asia y América Latina. Una cifra positiva en la bolsa es más importante para ellos que la muerte de millones de seres… A ellos se les podría catalogar de “ciegos” . Sin embargo “ciegos” se podría decir también que son los obreros que en Inglaterra, cuando no se movilizan contra los bancos, sino contra los extranjeros.
Se debería esperar que durante las épocas de crisis fuera posible visualizar más claramente los responsables del empobrecimiento y la desgracia de las mayorías. Pero no es necesariamente así. Hay algo que enturbia la visión. Algo que no deja ver. Es la ceguera: Durante otra época de crisis nació el nazismo. La gente que sufría la penuria de la crisis fue llevada a ver en los judíos los culpables de su desgracia. El mundo aún esta sentido por el holocausto, pero en nuestra época no sólo sigue la ceguera, sino que esta es probablemente mayor aún. En el año 2002, luego de una visita a Ramala, Saramago declararía: "Los judíos que han sido sacrificados en las cámaras de gas quizás se avergonzarían si tuviéramos tiempo de decirles cómo se están portando sus descendientes."
"Porque yo pensé que esto era posible; que un pueblo que ha sufrido debería haber aprendido de su propio sufrimiento. Lo que están haciendo con los palestinos aquí es en el mismo espíritu de lo que han sufrido antes”
Una de las consecuencias de estas declaraciones fue la de que la obra de Saramo fue vetada. Entonces, Saramago nos recordó a todos su libro sobra la ceguera.
"Una novela que yo publiqué hace cinco o seis años, Ensayo Sobre la Ceguera, ha vendido aquí sesenta mil ejemplares. Hasta estos días yo era aquí bestseller. Ahora mis libros están siendo retirados de las librerías."
"Es una novela que narra cómo todo el mundo se vuelve ciego. Porque mi opinión es que todos somos ciegos. Ciegos porque no hemos sido capaces de crear un mundo que valga la pena. Porque este mundo como está y como es no vale la pena."
El cerco y el ataque criminal a Gaza a finales del año 2008, es una mala repetición de ese lado oscuro de la ceguera. De nuevo Saramago acompañado esta vez de otro escritores, ha levantado la voz. La breve declaración que han firmado brilla por su valentía y su claridad. Las frases finales son un ejemplo. “En Gaza se está perpetrando un crimen. Lleva tiempo realizándose ante los ojos del mundo. Y nadie podrá decir, como en otro tiempo se dijo en Europa, que no sabíamos.”
Hay que advertir, claro está que la agudeza de Saramago en “Ensayo sobre al Ceguera” está al tiempo en la ambigüedad y en la realidad. Es la mirada concreta a un mundo de ficción. El ha creado en “Ensayo sobre al Ceguera” un universo autónomo en el que nos sumergimos sin remedio. Su mirada no nos deja a merced de las meras consideraciones sociológicas o políticas sino que nos permite introducirnos al mundo de le ceguera, también de otra forma, muy rica, sin duda, para que vayamos al encuentro de claro oscuros que probablemente también pertenecen a nuestra alma. Por ello, a las ideas que se nos ocurren llegamos a través de una reflexión posterior, pues en la lectura solo reconocemos los sentimientos que provocan las arbitrariedades que están en la trama. Se nos antoja que eso es recurso de la más fina estirpe del arte de la escritura. Después de todo, desde el surgimiento de la tragedia en el antiguo mundo griego los buenos autores, con humor o con amarga ironía, se esforzaron por develar las lacras de la sociedad. Y si, como se ha dicho, la novela no es otra cosa que la investigación a fondo de una palabra, la palabra ceguera en manos de Saramago, no ha logrado evadirse de su triste halo.

1.06.2009

JUEGOS CON EL DEMONIO


Por Gus

Los comentarios a “La Sombra del Viento impresionan, no sólo por el unánime entusiasmo, sino también por el prestigio de las fuentes de donde provienen. La reciente “El Juego del Ángel” no ha ido en menos, ha provocado que en Alemania e Italia a Ruiz Zafón –autor de ambas novelas- se le compare con Charles Dickens y Cervantes. Estamos ante una obra enorme que crea enconadas pasiones y ante la cual no se puede ser indiferente. Una de estas raras obras que llena aquel pedido que Borges hacía: el de la de la eficacia narrativa.

Nos hemos propuesto aquí mirar un poco la construcción de los personajes y en particular al antagonista o dicho de otra forma analizar al “malo del cuento”. Es decir, quisiéramos discurrir sobre la incubación y el desarrollo de Andreas Corelli - el diabólico personaje de "El Juego del Ángel" y sobre Lain Coubert el no menos demoníaco personaje de "La Sombra del Viento".

Sabido es la importancia del antagonista. A veces es el actante, quien mueve los hilos de la trama narrativa, reduciendo al protagonista a un papel contestario. Pero aún cuando no sea así, se suele mirar por la factura de estos personajes cuando se quiere conocer la jerarquía del narrador.

Daniel Sampere, el héroe de "La Sombra del Viento" conoce a Laín Coubert en un noche oscura y llena de presagios. Es la noche de su cumpleaños (16 años) y el cielo llora y el alma de Daniel se desgarra. El aniversario ha resultado un día lleno de frustraciones y tristeza. Es la primera vez que Laín Coubert aparece en la novela y bien pronto deja la impresión de ser un personaje diabólico, sino el diablo mismo.

Corelli no aparece en situaciones tan dramáticas. Se hace presente por medio de un documento: Una carta de felicitaciones enviada a David Martin, el protagonista de la novela que comienza a realizar esa ilusión que todo escritor novel persigue: la de publicar su obra y obtener un contrato de publicación. La de Corelli es una extraña (si se quiere exótica) invitación. Una carta rematada por la firma de A. Corelli con nombre propio, bajo el sello de un ángel. La impresión que me dejó la carta es la de que el remitente es un ser pagano y místico a la vez. Y el narrador, en cada detalle que va presentando, lejos de ocultarlo parece dispuesto a destacarlo. El papel fino y color violeta, la descripción del logo. Y luego, cuando llevado más que todo por la curiosidad, Martín acepta y asiste a la invitación, termina por participar en una fiesta pletórica de sensualidad y sexualidad. Todo un sueño fantástico, tan feliz, delirante e imposible que a el lector habituado a estos tránsitos, no le resultará extraño encontrar después que ha estado en un local que había desaparecido 30 años antes bajo un incendio y que seguramente ha hecho el amor con una muerta o con una encarnación o con un ser que no es de este mundo. La perfección del amor carnal, descrito como si se estuviera en posesión del lenguaje secreto de los cuerpos, no está alejada de la experiencia y los sueños de la gente. De la perfección del amor, tan democrática por suerte, todos habremos alguna vez participado. No es ese delirio un trasfondo indiferente. Lo que interesa, no obstante, destacar es el carácter y el ambiente de las apariciones primeras de los antagonistas. Tanto Corelli como Laín Coubert participan de la condición de seres peligrosos, horrendos y místicos a la vez. Para decirlo con los sentimientos que en nuestra adolescencia católica nos hubieran inspirado: Estamos ante la presencia del demonio o algunos de sus enviados.

Naturalmente, frases como "viento frío", "piel de réptil" corresponden a ese ambiente. A. Corelli y Laín Coubert comparten además otras características. La de tener ojos muy expresivos, es una de ellas. El contraste es con un rostro que no tiene nariz ni labios en el caso de Coubert y con una cara de chacal en el de Corelli. Pero el efecto en el lector tiende a ser el mismo: se trata de personajes monstruosos y sobrenaturales. Además ambos son extranjeros de España y en ambos sucede el curioso suceso de que en algún momento de la novela el carácter maligno que los define parece desplazarse a otros personajes.

Ninguna de estas similitudes son características menores pero hay aún algunas otras que se destacan. Una de ellas es la relación de estos antagonistas con el fuego. En el caso de Coubert es el quid del dramatismo del personaje. Quemado y desfigurado, Coubert asume que el sentido de su vida es sólo uno, el de destruir los libros que antes ha escrito, para que no quede memoria de ese ser funesto que ha sido. Corelli por su parte, recurre al expediente del fuego una y otra vez. Desde su aparición hasta el final el libro está recorrido por los memorables incendios que este personaje provoca.

Sin embargo, quizás la más importante similitud se refiere a la relación que estos personajes tienen con los libros. Coubert se sabe un buen escritor, que no obstante nunca alcanza el éxito. Y tal vez sea imposible imaginar un tormento mayor que el del personaje que a sabiendas de su calidad como escritor, asume en el mundo la función de hacer desaparecer sus propios libros.

Corelli entre tanto es hasta el final, un ser fantástico que se ha planteado el propósito de crear una nueva y fatal religión pero que requiere de un escritor al que le encarga la redacción de un libro –una fábula- que sirva de base al edificio de esa nueva creencia. Sabemos al final de la novela que no es con David Martín el primer intento de crear esa Biblia, lo cual nos deja el presentimiento de que la verdadera finalidad de Corelli no es fundar una religión, sino alentar la creación de esas fábulas.

Ambos endemoniados antagonistas tienen como telón de fondo esa notable y memorable invención de Ruiz Zafón: El cementerio de los libros olvidados.

De nuevo será preciso recordar que el fundamento sobre el cual estos personajes adquieren su estatura demoníaca que los hace tan interesantes y complejos, posiblemente se encuentre en la herencia religiosa de los lectores. Por más que nos hayamos apartados de esas creencias, de alguna manera el diablo, de nuestra niñez o adolescencia sigue recorriendo nuestros sueños. Desafortunadamente faltarán muchos años aún antes de que en el onirismo ese diablo fantástico sea reemplazado por el capital financiero: verdadero demonio de todos estos años de nuestra vida.