3.11.2009

EL PINTOR DE BATALLAS

Gus

TEOREMA

Fotografía: Ernesto Coloma

El francotirador era un serbio.bosnio de unos cuarenta años, flaco y de ojos tranquilos que había cobrado a Faulques doscientos marcos por permitirle estar a su lado cuando le disparaba a la gente que corría a pie o pasaba a a toda velocidad en automóvil por la avenida Radomira Putnika, con la condición de que le fotografiase a y él y no la calle, para evitar que localizaran su posición por el encuadre.”

El narrador explica que el francotirador asesinaba viejos, mujeres y niños y que la elección del objetivo lo hacía al azar. A veces le “perdonaba” la vida a una chica porque le traía a a la mente algún recuerdo personal, pero cambiaba la mira para reemplazarla por otra víctima.

El personaje que trata de desentrañar la novela de Arturo Pérez-Raberte “EL PINTOR DE BATALLAS” no es el francotirador, ni la víctima,posiblemente tampoco la situación, sino el fotógrafo.

Se trata de Faulques un fotógrafo de guerra que ha ido por el mundo durante muchos años haciendo fotografía de guerra y que en sus años postreros se hace a una torre con el propósito de pintar un cuadro en sus paredes. Un cuadro, no un cuadro cualquiera, un sólo cuadro que de cierta forma desentrañe el sentido de su arte de fotógrafo de guerra. O un cuadro que le explique a él íntimamente sus propios móviles, su entendimiento, su personalidad durante tantos años. Se inspira en los pintores de batalles, porque hay que decirlo, Faulques es un tipo que tiene cierta cultura, le gusta ir por los museos del mundo admirando y recogiendo información sobre los pintores de batallas. Podría pensarse en el cuadro como una expiación, sólo que a Faulques no parece preocuparle ningún recuerdo, no lo afecta ningún remordimiento.

Confirma lo que siempre sospeché en sus fotos. Nada de lo que pinta es remordimiento ni expiación. Más bien una... En fin. No sé cómo expresarlo. Una fórmula. ¿No?... Un teorema.

En medio de su tarea aparece Markovik un croata. A Markovik le interesa también desentrañar la personalidad de Faulques, pero por otros motivos. Markovik ha sido fotografiado y aquella fotografía que contribuyó a la buena fortuna - la fama y a la economía - de Faulques, pues fue premiada y le dió la vuelta al mundo, le trajo a Markovik la desgracia, pues usando la fotografía como pretexto, los enemigos lo han torturado seis meses, han violado, torturado y asesinado a su mujer y a su hijo.

Fotografía: Ernesto Coloma

<span class=-Una noche -continuó Markovic-, un grupo de chetniks se presentó en la casa donde vivían la mujer serbia y el hijo del croata... La violaron uno tras otro, cuanto quisieron. Como el niño, de cinco años, lloraba y forcejeaba defendiendo a su madre, lo clavaron con un bayonetazo en la puerta: igual que esas mariposas en un corcho, figúrese, las del efecto del que me hablaba antes... Luego, cuando se cansaron de la mujer, le cortaron los pechos y la degollaron. Antes de irse pintaron en la pared una cruz serbia y las palabras: Ratas Ustachas.

Los dos destinos pues, han sido muy diferentes, pero están engarzados en un punto, la fotografía de Faulques. Markovik no es como Faulques , un hombre culto. Ha analizado, sin embargo, la obra publicada de Faulques y pasado el tiempo ha decidido buscarlo para tomar venganza. Tampoco es que sea, un mero y tosco asesino, antes quiere hurgar sobre los sentimientos de Faulques. De esta manera se crea el espacio para la construcción de unos diálogos – a veces monólogos – plenos de interés y pasión. A decir verdad, espeluznantes.

Es un espacio donde Faulques construye o pretende construir una justificación teórica de sus procedimientos, mientras Markovik se limita a preguntar, asegurar que ha comprendido o no comprendido, según el caso y confesar - en pocos casos - que luego de la respuesta, tal vez haya aprendido algo.El tercer personaje es Olvido Ferrara, una joven mujer, fotógrafa de guerra, aficionada a los museos y a los cuadros de guerra, bella, culta y refinada y de la que Faulques se enamora. Pero la desgracia aquí es que en la carretera de Borovo Naselje Olvido pisa una mina y a pesar de que en aquel vertiginoso segundo Faulques experimenta una tormenta de sentimientos – incluido el de la culpa – se limita a hacerle fotos que muestran su gesticulación en ese transito de la vida a la muerte. En la novela Olvido es el recuerdo nostálgico, el recurso a la cultura y el refinamiento y también la pregunta crucial de Markovik: Qué sentimientos tenía Faulques al hacer el clic de la cámara? “- Y dónde está ella?...” le pregunta Markovik frente al cuadro “ Le reserva un lugar especial en el tablero, o forma parte de toda esa masa de gente? “

Con estos tres personajes el marco de la novela queda muy claro y el texto convoca al lector a recrear, repensar temas universales: el amor, la muerte, la memoria, la violencia, la guerra en el ámbito de nuestro discurrir actual, sin embargo, el punto sigue siendo el fotógrafo. “Hablamos de horror y desenfoques de cámara. Y sabe lo que creo?... Que era usted un buen fotógrafo porque fotografiar es encuadrar es elegir y excluir. Salvar unas cosas y condenar otras... No todo el mundo puede hacer eso: erigirse en juez de cuanto pasa alrededor. Comprende a qué me refiero?...” Una problemática intensa.

Debo confesar que “El pintor de Batallas” me ha parecido una novela deslumbrante. No sólo me ha dado un buen rato, identificándome con sentimientos heroicos, reflejándome en la valentía, el sentimiento de compañerismo y la solidaridad, encontrando simpatía por la bondad y la verdad, recreando en fin, lo que pueda haber de humano y humanista en mi. Sino que también me ha hecho sentir desprecio por las “justificaciones” que se inventa Faulques. “- Fotografiar un incendio no implica sentirme bombero.” Y en ese sentido, encontrar también la ocasión de cierto ejercicio crítico.

FOTÓGRAFO PROFESIONAL

Faulques no es un jefe militar o un dirigente político, de los que matan y torturan, ni siquiera un soldado que “recibe ordenes”. Es un fotógrafo. Y como él habrá un enjambre de profesiones y profesionales alrededor de la guerra. Conductores, cocineros, médicos, enfermeros, secretarios, ingenieros, electricistas, técnicos, informáticos, periodistas. Incluso, si se trata de implicaciones, el propio Faulques en alguna parte de la novela expresa, con toda razón, que el ámbito de la culpabilidad no se circunscribe a los terrenos de la guerra.

Dice el narrador que antes de aquella guerra, Faulques habia fotografiado a un grupo de rebeldes en Chad “habían sido puestos junto a el río para que los devoraran los cocodrilos, a poca distancia del hotel”

Fotografía: Ernesto Coloma




(…) ”Durante media horafotografió a esos hombres, uno por uno, calculando diafragma y encuadre preocupado por el contraste de la luz entre la arena y aquellas negras pieles relucientes de color, punteadas de moscas, donde se destacaba el blanco de los ojos horrorizados que miraban la cámara.”

Deformación profesional? Está clase de clichés tampoco dirían nada. Habría que pensar que aparte de Faulques -haciendo fotografías – millares, sino millones de personas de aquella ciudad a la orilla del río, seguían vendiendo y comprando y asistiendo a cine y leyendo el periódico y pagando deudas y haciendo deporte... a la misma hora. Después al momento de comer en el restaurante oyó los gritos “Faulques escuchó los alaridos de los prisioneros arrastrados por los cocodrilos hasta las aguas del río, y dejó la carne medio cruda intacta sobre el plato, sin llegar apenas a cortarla con el cuchillo“...

La situación novelada se parece demasiado a los hechos reales: En Argentina los militares lanzaban al mar a los prisioneros “Debidamente dopados y con la barriga abierta” para que los devoraran los tiburones. En el campo en Colombia los paramilitares descuartizaban con sierra eléctrica parte por parte, a personas vivas y conscientes. A no pocas mujeres embarazadas les extrajeron el feto con estos métodos. Pero a la hora de convocar una protesta los organizadores tuvieron buen cuidado de que él móvil fuera protestar contra el secuestro y no contra los paramilitares. En Sarajevo, se han vivido horrores semejantes. En Palestina el terror recorre las calles y para nuestra vergüenza habrán aún muchas otras situaciones como esas... Y no es sólo el terror lo que llama a la reflexión, sino la situación de indiferencia y complicidad de millones de personas. La reflexión pues, a la que “El Pintor de Batallas” llama, es muy importante.

EL EFECTO MARIPOSA

Bastantes páginas de la novela están ocupadas por las reflexiones de Fualques y los comentarios a veces provocadores de Markovik en torno a la moralidad del fotógrafo. Para Faulques esa misma preocupación se remonta a muchos años atrás... . Parte de la explicación es aquella sentencia de que el hombre es lobo para el hombre... Sentencia en la que Faulques parece ver una característica consustancial al hombre y por tanto no convoca a una lucha contra la guerra, sino a la aceptación de una cualidad inherente de la naturaleza humana.

Fotografía: Ernesto Coloma

Al parecer no hay nada que hacer. Si ser lobo (O ser un hijo de puta como castizamente dice Fualques: “-Por eso sabe, como yo, que cuando el desastre devuelve al hombre al caos del que procede, todo ese civilizado barniz salta en pedazos, y otra vez es lo que era, o lo que siempre ha sido: un riguroso hijo de puta.”) es una parte del hombre, tan parte como la nariz y la oreja, pues no haynada que hacer.

En Madrid, Fualques, había abordado a su amigo más lúcido (o más sabio) para que le ayudara a reflexionar sobre el asunto. Con aquel amigo, quien invoca en su apoyo a Aristoteles, alcanza un primer entendimiento “la comprensión, incluso el esfuerzo por comprender, nos salva, porque convierte el horror absurdo en leyes serenas.” El lector aliviado podrá exclamar: “Alabado sea dios, no se trata pues de luchar contra la guerra, se trata de comprenderla con la inteligencia y la cultura.” Y lo demás? Y los efectos macabros.? Eso puede que no sea del caso, quizás sean sólo accidentes en el camino de leyes eternas e inmutables.

En San Miguel de El Salvador le habían llevado unas orejas humanas envasadas en un frasco -”¿Hizo la foto?-” Le pregunta Markovik. “-Nunca se habría publicado. Así que no la hice. -Pero sí hizo, y fueron publicadas, aquellas de hombres con neumáticos ardiendo en torno al cuello... En Sudáfrica, me parece. -No crea. Descartaron las más crudas. A los anunciantes de automóviles, perfumes y relojes caros no les gusta ver sus reclamos junto a esa clase de escenas.”

Con el tiempo su comprensión de la guerra parece que se va volviendo más completa y más abstracta. Se trata de una manifestación del caos. La manifestación más sentida o más sublime si se quiere.” La guerra como sublimación del caos. Un orden con sus leyes disfrazadas de casualidad. -¿Y de verdad cree eso? -insistió. El pintor de batallas habló al fin. Sonreía esquinado, con nula simpatía. -Claro... Es casi una ciencia exacta. Como la meteorología.”

Porque sucede que en el universo hay leyes para todo, incluso para las excepciones. Es como un orden secreto que tenemos que aprender a leer, “Por lo que dijo, es una fórmula científica: si una mariposa mueve las alas en Brasil, o por ahí, se desencadena un huracán en el otro extremo del mundo... ¿Es correcto? -Más o menos. La teoría se conoce como Efecto Mariposa.”

La lectura de esas leyes o de la forma que se manifiestan hay que hacerla permanentemente so riezgo de convertirse en víctima. En este contexto, nadie es inocente. Por un lado la víctima parece seguir un oscuro designio que la conduce a la muerte, por la otra el victimario recorre otro camino que lo conduce al asesinato o a la barbarie. Faulques, se permite encontrar la manifestación de esas leyes aún en la muerte de Olvido, el ser amado:

Aquellos pasos ejecutados con precisión geométrica en la carretera de Borovo-Naselje -casi el movimiento elegante de un caballo en el ajedrez del caos- que habían devuelto a Faulques a la soledad, resultaban en cierto modo tranquilizadores: ponían las cosas en su sitio” El procedimiento es consecuente, al razonar los sucesos con los instrumentos de la cultura es posible entender y encontrar en ello consuelo, sino paz. Más tarde, de regreso a Barcelona, cuando todo había terminado y Faulques vio los contactos que Olvido no tuvo tiempo de positivar, comprobó que, por una de las singulares simetrías en que tan pródigos eran el caos y sus reglas, había hecho exactamente veintidós encuadres de las fotos pegadas en el álbum; tantos como días le quedaban de vida.”

Fotografía: Ernesto Coloma



... En momentos como este, uno tiene la tentación de gritarle a Faulques,

“Basura. Pura Basura!”




En alguna parte de la novela se dice de otra manera... El error de la victima consiste en estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Con palabras parecidas hemos escuchado la respuesta que algunas damas americanas de la era Bush, le daban a otras damas europeas cuando les pedían una explicación Fotografía: Ernesto Coloma acerca de porque en la guerra por la libertad y la democracia de Irak se mataba inocentes e incluso niños. “Estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.” De nuevo la realidad es tan espeluznante o más que la novela. Fualques se esfuerza por explicarle estas cosas al apesadumbrado Ivo Markovik.

Ahora estoy de acuerdo – le responde Markovik con ironía -en que no fue un completo azar, pues hay circunstancias que nos llevaron a usted y a mí a ese momento exacto de ese día. Y como consecuencia del proceso iniciado por usted, por mí, por quien sea, yo estoy aquí ahora. Para matarlo, no lo olvide.”

Parece pues, que las ideas de Fualques, son de más fácil comprensión para los victimarios que para las víctimas.

NO INSULTE A LOS LOBOS

La cuestión no es sólo lo que va entre elegir un objetivo, hacer el enfoque, corregir el foco y buscar el encuadre. La cuestión, para mi, va posiblemente desde antes, desde la elección de la profesión, no de la profesión particular de fotógrafo, sino, me temo, de cualquier profesión.

No hay que olvidar que Faulques es sólo un fotógrafo de guerra. No es el promotor de la guerra. Ni un torturador, ni un francotirador, ni un asesino. Es un fotógrafo que se gana “honradamente” la vida fotografiando sucesos de la guerra. A estas alturas, tiene uno la tentación de preguntarse. Acaso son mejores o más inocentes (se puede ser más o menos inocente?) los traficantes de armas? O la industria de la guerra? o los ingenieros que construyen armas, o los que construyen los caminos? O los banqueros que prestan el dinero para financiar la guerra?, o los químicos que producen anestesias ? o... Pongamos el caso más extremo... Acaso son inocentes los fotógrafos (no de guerra) sino de moda?

Durante el movimiento estudiantil de los años 68 y colindantes leímos afirmaciones que servían de base a la rebeldía: el papel de la universidad y la escuela es el de reproducir la fuerza de trabajo que necesita el sistema. Por Althuser supimos que habían otros aparatos ideológicos de dominación cuya función era la de esconder las relaciones sociales y darle al sistema un toque en el que resultara aceptable la convivencia. Estos razonamientos conducen a la idea de que las profesiones (todas y no una en particular) juegan algún rol para apuntalar la injusticia. A través de los años de nuestra vida hemos sufrido con estas circunstancias. Habrá casos más o menos dramáticos... El cuestionamiento que se suele hacer al rol jugado por la psiquiatría es un ejemplo. El de los científicos que fabricaron la bomba atómica es ejemplo extremo. . Después hemos visto cómo cada profesión desarrolló cierto “patriotismo de gremio” y cierto barniz de impecabilidad. En el mercado de trabajo se prefirieron a los profesionales. Son fuerza de trabajo cualificado, naturalmente. Dan resultados. Y también se suelen acomodar muy bien – es decir sin crítica - a las condiciones y hábitos de trabajo. Después del 68 volvieron a ponerse de moda viejas ideas.. Ideas como las de Fualques, Que sepamos estas ideas no tienen ningún rigor, pero en medio de esta época de crisis tomaron un hálito de respetabilidad. Han servido entre otras para “ganarse honradamente el pan” y practicar la indiferencia.

Sin embargo, las buenas novelas tienen la sabiduría de hacernos pensar sobre las graves cosas. La verdad que esconden las novelas va más allá de los diálogos o monólogos de un personaje. Son verdades que surgen al hacernos reflexionar libremente de sus temas. Verdades que derivan de su carácter de arte. Quizás sea una mera paradoja pero es aquí donde encuentro la tremenda importancia de “El Pintor de Batallas”. Para mi esta novela pone el dedo en la yaga. Nos hace ver que todos tenemos algún grado de responsabilidad en lo que pasa. La crítica de la novela no es, según mi lectura a la profesión de fotógrafo de guerra sino a todas las profesiones. Y los razonamientos, puestos en boca de Fualques los he visto como un recurso de novela.

Naturalmente el punto es y seguirá siendo el de que lado se está. Las ideas de Fualques son más difíciles de comprender del lado de la víctima que del lado del victimario. Para Markovik y todos los Ivos Markovik del mundo, lo de Fualques no pasa de ser una bellaquería. En el mejor de los casos, es una pose puramente intelectual... El veterano perdonavidas que resuelve el conflicto en que se ha metido rezumando un cierto barniz de pesimismo y sabiduría barata.

Hay algo de tenebroso en todo eso y sin embargo, a pesar de eso no deja uno como lector de experimentar cierta simpatía por el amargado Fualques. Es porque el procedimiento narrativo es perfectamente legítimo. Al dejar a Faulques especular sobre el caos. Entender a la barbarie y la guerra como una manifestación del caos, al escucharle hablar sobre ciudades y atardeceres en exóticos lugares, al permitirse el lector seguir el hilo de su cultura a veces exquisita, (las técnicas de las combinaciones de colores, a fin de obtener emociones diversas, la disertación sobre pintores ? “Maestros antiguos y modernos. Se llamaban Piero della Francesca, Paolo Uccello, y también Picasso, Braque, Gris, Boccioni, Chagall, Léger.”) comprende uno que no deja de tener cierto encanto ese barniz de pesimismo que rezuma Faulques. .También comprende que el simpático Fualques es un personaje de tragicomedia que después de todo no las lleva todas consigo:

Fotografía: Ernesto Coloma

- Ya sabe porque el ser humano tortura y mata a los de su especie?

Faulques se echó a reír. Una risa corta, sin ganas. -No hacen falta treinta años. Cualquiera puede comprobarlo, a poco que se fije... El hombre tortura y mata porque es lo suyo. Le gusta. -Lobo para el hombre, como dicen los filósofos? -No insulte a los lobos. Son asesinos honrados: matan para vivir”

Por decir estás cosas Faulques nos hace reflexionar sobre la guerra. Uno puede comprender que Faulques es un hombre que está atado a su mundo de novela, como al mundo de la novela pertenece por ejemplo Sancho Panza, Lo que les pedimos a ellos es verosimilitud, la cualidad que los hace creíbles y perdurables. La verdad de la novela es otra cosa. Ella nos viene en virtud de su totalidad, de su universalidad, de su humanismo. Después de todo una cosa es lo que dice Fualques y otra la novela y lo que vale de ella es la evocación que trae a nosotros los lectores.

Ya es conocida la gran calidad cómo narrador de Arthuro Pérez.Reberte. Este autor ha traído de vuelta a la novela el mundo heroico. Su conocida “El Capitán Alatriste” es una de esas novelas que no lo dejan a uno hasta el fin Fualques es en cierta manera un “Alatriste” solo que más triste que Capitán.

Pero en fín, a mi cómo lector me ha parecido claro que la novela no llama a seguir el ejemplo de Faulques sino que nos convoca a luchar contra el horror de la guerra.













4 comentarios:

ELISA GOLOTT dijo...

Hola Gustavo, ansiosa espero que escribas algo más. Me ha gustado mucho todo lo que escribes.
Saludos desde Chile,
Elisa Golott

Universo Poético de escritores dijo...

Mi querido amigo, esta muy bien lo que acabo de leer.
Te dejo muchos besos

Carmen Diez dijo...

Saludo amigo, felicitaciones por tus trabajos, para seguir con tus escritos volvere te invito a mis blogs!!!!

Gracias por compartir, un abrazo

Anónimo dijo...

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